Reserva Natural Privada Ranchitos del Quetzal

En la década de los 70, la apasionante historia de Ranchitos del Quetzal tomó vuelo gracias al espíritu conservacionista de dos visionarios: Julio Álvarez Ponce y Julio Álvarez Arrué, su hijo. Desde sus inicios, este rincón se concibió como un oasis para los majestuosos Quetzales y la variada flora y fauna que subsiste en el Bosque Nuboso de Baja Verapaz.

Durante la década de los 80, se dio comienzo a un proyecto fundamental: la reforestación de una finca colindante que en ese entonces luchaba por recuperarse de las actividades arenosas y el intenso tráfico de camiones.

Inicialmente, los dos ranchitos que se construyeron en la zona funcionaban como un refugio familiar, un lugar al que solían acudir sus nietos para visitarlos. Esta región, conocida por ser la cuna de dos de los símbolos patrios de Guatemala, la Monja Blanca y el Quetzal Resplandeciente, no era la excepción. Comenzó a ganar popularidad porque se decía que hace 40 años, al amanecer, se podían avistar no uno, ni dos, sino hasta quince Quetzales…

Lamentablemente, la deforestación de la región y la degradación de las rutas utilizadas por los Quetzales para buscar alimento y migrar entre estaciones han provocado una disminución en su población. Los Quetzales nacidos y criados allí ya no pueden migrar, ya que su camino está dañado y no pueden sobrevivir si lo recorren.

Hoy en día, la población de Quetzales que sobrevive en ese bosque permanece allí todo el año. Casi todos los días, e incluso varias veces al día, se pueden avistar mientras buscan alimento y lugares de descanso.

Esta es la razón de ser de la Reserva Natural Ranchitos del Quetzal, el hogar de los Gucumatz, (como los antiguos Mayas llamaban al Quetzal). Su misión es ser una reserva autosostenible que, a través de proyectos educativos compartidos con los visitantes, pueda obtener los recursos necesarios para cuidar, investigar y preservar este hábitat, todo en el marco del respeto por la naturaleza y la conservación.