Cuento «Soñar que vuelas»
Autora: Mayra Pinto
Esta es la segunda parte del cuento «Sonido Plenos», te sugiero que inicies tu lectura, en dicho cuento, haciendo clic aquí.
En el capítulo anterior, contamos como Jenny, junto a su amigo Javier, disfrutaban viajar, conocer lugares y por supuesto, disfrutar de la observación de aves. Aunque Jenny no podía ver desde sus ocho años, ella disfrutaba el mundo a través de Sonidos plenos y cuando meditaba en medio de la naturaleza alcanzaba estados de concentración excepcionales, como sucedió cuando Javier fue a dejar a Jenny cerca del Río Arcagual, en el Parque Nacional Celaque, como usualmente lo hacía.
Durante aquel atardecer, al pie de Celaque, sucedió algo sobrenatural, los chipes habían cubierto por completo a Jenny, pero ella permanecía inmóvil, con los ojos cerrados, como entregándose a ellas. Jenny no podía verlos, pero sí, percibir lo que estaba sucediendo; en aquel instante, dejó de distinguir un poco, el olor a pino y liquidámbar, y el sabor de las galletas que comía, apenas lo sentía; sin embargo, empezó a escuchar con más intensidad el sonido del agua y el llamado de las aves, el movimiento de las alas lo escuchaba muy claramente y eran tantos los nuevos sonidos que se empezó a aturdir, porque los escuchaba de forma muy aguda.
De pronto, se sintió más liviana, como si no tuviera peso, quiso taparse los oídos y no pudo, aquello se empezaba a tornar extraño, entonces abrió los ojos despacio, y ¡empezó a ver!, ahora podía ver más de doscientos setenta grados a su alrededor, pero como nublado y en blanco y negro… eso no le importaba, ya que hasta el momento, su forma de conocer y reconocer lo que le rodeaba, había sido a través de los olores, sabores, texturas y principalmente a través de lo que ella llamaba sonidos plenos… el sentido de la vista se le había “negado” por muchos años, y aquello era casi nuevo para ella.
Empezó a ver a su alrededor y ahora los chipes los veía mucho más grandes de lo que estaba acostumbrada, vio al cielo y quiso preguntar en voz alta lo que estaba sucediendo, y lo único que pudo emitir, fue un “chip”, sacudió la cabeza, lo volvió a intentar y nuevamente un “chip”…
—¡Un momento! —dijo, y se quedó en suspenso—, esto debe ser un sueño. Javier siempre me ha dicho que tengo episodios en que entro en un profundo estado de concentración, y conexión con la naturaleza, y hoy seguro “me pasé de la raya”…
Aquello era desconcertante pero no intimidante ni abrumador para ella, más bien sentía una emoción extraña como la sensación de adrenalina de cuándo se está ante un evento completamente nuevo y sentía que su corazón latía unas doscientas veces por minuto.
—A ver, a ver —dijo— si esto, en realidad es un sueño, no debo perder tiempo en averiguar que sucede, sino más bien en “vivirlo” como si fuera realidad, han sido muchos los sueños de los cuáles no he querido despertar, y este creo que es uno de ellos…
Ya al caer la noche, y al ver como la inmensa luna llena empezaba a notarse sobre el horizonte, con nubes pasando de norte a sur sutilmente “sobre” la luna, recordó cuando San Francisco de Asís habló así a los pájaros:
“¡Carísimos hermanos pájaros! Mucho debéis vosotros a Dios, y es menester que siempre y en todas partes les alabéis y bendigáis: he aquí que os ha dado esas alas, con que medís y cruzáis en todas direcciones el espacio. Él os ha adornado con ese manto de mil y mil colores lindos y delicados. Él cuida solícito de vuestro sustento, sin que vosotros tengáis que sembrar ni cosechar, y apaga vuestra sed con las límpidas aguas de los arroyuelos del bosque, y puso en vuestras gargantas argentinas voces con que llenáis los aires de dulcísimas armonías. Y para vosotros, para vuestro abrigo y recreo, levantó las colinas y los montes, y aventó y suspendió las abruptas rocas. Y para que tuvieseis donde fabricar vuestros nidos, creó y riega y mantiene la enmarañada floresta. Y para que no tengáis que afanaros en hilar ni en tejer, cuida de vuestro vestido y del de vuestros hijuelos. ¡Oh!, mucho os ama vuestro soberano Creador, cuando os colma de tantos beneficios. Guardaos, pues, oh mis amados hermanitos, de serle ingratos, y pagadle siempre el tributo de alabanzas que le debéis.”
Aquellas palabras de San Francisco de Asís, como si le hablara directamente a ella, se repetían en su mente una y otra vez, hasta que en medio de la oscuridad, se le fueron cerrando los ojos poco a poco, sintiendo el aire fresco sobre su cara, sintiendo el olor a pino y escuchando los grillos hasta quedarse completamente dormida…
A la mañana siguiente se despertó con el canto de las aves, como era de costumbre, lo primero que hizo fue recordar lo bello que fue ser un chipe encapuchado por unas horas y la sensación que pudo sentir, era maravillosa… pensó en todo lo que le hubiera gustado ser como ave, no quiso abrir los ojos e intentó quedarse dormida nuevamente buscando recrear aquella sensación una vez más, hasta que de pronto sintió una picazón a un costado de su cuerpo, y cuando abrió sus ojos nuevamente vio el mundo a su alrededor… veía muchas especies de plantas y árboles principalmente de pino y liquidámbar y una neblina que cubría la mayor parte del bosque… Quiso tocarse el cuerpo y no pudo, lo primero que hizo fue por instinto, acercar su pico debajo de una de sus alas y con ello calmar la sensación.
No se lo podía creer, ¡seguía confundida!, si volvió a “entrar al sueño” o qué, pero se propuso disfrutar este día al máximo, como si no fuera existir otro más.
Y como no podía resistir las ganas, tenía que experimentar que era volar…. Así que se dispuso a lanzarse desde la rama en donde se encontraba sobre el río Arcagual, un río poco profundo de agua muy cristalina y fría.
—Si no logro volar con éxito, al menos caeré sobre el agua y sobreviviré —se dijo.
Así que se lanzó en caída libre, cayendo en picada, levantaba la cabeza, pero siempre iba hacia abajo.
—Ahora sí sé lo que es la gravedad —dijo—. Ahh chip, chip, chip.
Y continuaba descendiendo a alta velocidad como un paracaidista que le falla su equipo, y para empeorar la situación, una ráfaga de viento la hizo girar y seguir cayendo pero ahora de espaldas, y cuando estaba a pocos centímetros de la superficie del agua, logró girar, agitar sus alas y elevarse en vuelo, sus plumas apenas tocaron el agua fría…
—¡Ufff! eso estuvo cerca —dijo—, si logro caer al agua, seguro despertaría, y no lo quiero.
Ya al elevarse decidió volar por todo lo alto de Celaque pero no lograba ascender mucho, la corriente de viento era demasiado fuerte y no se lo permitía, así que se fue de árbol en árbol avanzando y explorando de una nueva forma este sitio que para ella había sido prácticamente su jardín por años.
Avanzó varios metros, hasta que entonces vio un grupo de humanos a lo lejos, tomándose una fotografía en el “parador fotográfico” cada uno acomodándose en una de las letras del rótulo; Jenny, a quién ahora llamaremos reinita encapuchada, bajó al suelo, de frente al rótulo, se quedó observándolos y estudiando sus movimientos y gestos, siempre entendía su vocabulario, pero prefería comprenderlos a través de la observación cuidadosa, ya que muchas veces, los humanos expresan algo muy distinto a lo que sus bocas dicen.
—¡Wow, este sería un pasatiempo muy divertido! —se dijo—. Cada vez que tenga la oportunidad, iré a Humanear, o Personear, debe ser muy entretenido y curioso observar a los humanos desde otra perspectiva, y sin que se den cuenta. Pero por ahora, tengo muucha hambre…
Continuará…
¿De qué forma crees que la reinita encapuchada debe llamarle a su ahora actividad recreativa de observar humanos?
Le debería de llamar descubriendo mundos sobrenaturales 🙂
¡Suena genial! Lo tendré presente para la futura continuación del cuento =)